viernes, 9 de octubre de 2009

lagrimas de la vida



Es la vida en si,
un valle de lágrimas.
Desde el crucial instante
en que llegamos a su luz,
emitiendo nuestro primer sonido
con el sollozo angelical del nacimiento...
¡Recibido nuestro arribo a este mundo
con la  emociòn y  el sortilegio,
de la magia de la vida hecha esencia!
Sin embargo,
hasta el ùltimo instante

de nuestro periplo por este mundo,
vivimos deplorando
la existencia sin certezas;
con lamentos de impotencia,
ante el irremediable sino.


Si todos los habitantes de la tierra
abrieran la puerta,
para que dios entrara en sus vidas
no habría tantas lágrimas,
ni tanto desconsuelo
por ignorar las leyes
que rigen nuestros destinos,
y que nos confinan
a regiones de temores infundados.
Hasta la más lóbrega prisión,
situada en los confines
de los pensamientos más obscuros,
se inundaría de luz y calor
entibiando, el alma encerrada..
tras los muros del miedo
y no permitirìa que el odio
invadiera los recintos mas profanos.
El amor...
¡Que todo lo puede!
abatiría las murallas
tras las cuales se abroquela,
la maldad más abyecta,
desde donde proyecta y disemina
sus grandes males.

En la profundidad
de nuestros pensamientos,
los seres humanos
edificamos o destruimos nuestros destinos,
según
con los sentimientos
que nuestra fé profese.
A nuestro arbitrio
obedece lo que hacemos,
malo ó bueno...
si dejamos que nos mande
el señor de las tinieblas,
o nos envolvemos con la luz de Dios,
que ilumina las sombras más obscuras.

He ahí...
que al llegar el momento
de la postrer partida,
podríamos irnos con una feliz sonrisa
agradeciendo nuestro viaje,
que empezó con lágrimas...
Y culmina sonriendo
al entender que nada se termina,
pues somos eslabones...
¡Que vamos tejiendo a perpetuidad
la cadena del milagro de la vida!

Autor:
Ignacio Camaño
Rosario Santa Fe Argentina
Derechos reservados

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