martes, 15 de septiembre de 2009

ESENCIA






¡ESENCIA!


Encendida la mañana sobre el río,
con el sol, tejiendo con rayos dorados
vital movimiento a las cosas inanimadas,
que emergen de las penumbras de la aurora.

Sobre el tenue rocío que la noche,
deposita con sutil caricia en la tierra,
desde el inconmensurable espacio de los cielos;
yo camino, haciendo el dibujo de mis huellas.

Me detengo al borde de las altas barrancas
que encierran el cauce majestuoso del río Paraná.
De este río, que bulle de vida en sus entrañas
y dibuja paisajes de ensueño a lo lejos.

Se divisa a la distancia sobre el agua
una canoa, que atrevida hiende y rasga con su proa,
la plateada superficie que atesora
el sustento, del navegante pescador que implora
recoger el tesoro de una pesca abundante.

Un velero mañanero con velas blancas,
henchidas de avaricia por el viento,
se empecina en mantener el curso pretendido
aunque, una brisa juguetona lo desvíe.

Una gaviota audaz, como flecha nacarada
se arroja en picada vertiginosa sobre el agua,
para atrapar con su pico el néctar preciado:
¡un pececillo…! que será su alimento ambicionado.

Por el cielo, las nubes atrevidas se aventuran
con ideas peregrinas, de pretender tapar la luz
que origina, el bello día que se avecina;
mas, el sol sin compasión las aniquila.

Filtrándose entre ellas como un duende,
atravesando la espesura que opaca,
formando como un abanico gigante
que se abre, cual las corolas de las flores.

Un caserío desperdigado entre los árboles
se observa, en una especie de abra en las barrancas,
y en la costa se arremolinan pescadores
a la espera, de aquel que fue a tirar las redes.

Las canoas pescadoras en la orilla
se mecen, al monótono compás del agua,
y ante una sorpresiva ola originada
por el paso de un buque de ultramar,
cabecean en su anclaje al arbitrio de las olas,
provocando temerosos signos de zozobra,
que desaparecen, al volver la calma al lugar.

El sol, ya reverbera en las alturas.
Las nubes se alejaron, despejando el cielo primaveral.
Un leve viento del sudeste encrespa el río.
Y yo, testigo privilegiado desde mi enclave
observo, la corriente incesante de la vida.

Y este acontecer en la ribera de un río,
me otorga el milagro de contemplar la existencia,
mostrándome la ancestral esencia de la especie
que intuyo, tuvo sus cimientos primarios:
A la vera de los grandes y caudalosos ríos,
como este Paranà de mis amores...!!!

Autor:
Ignacio Camaño.
Derechos reservados
Rosario Santa Fe Argentina
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